No te olvidaré

Me quiero poner una flor roja en la cabeza, enganchármela bien fuerte en el pelo como si fuera una española, una bailarina de flamenco. O una chica que se enamoró en invierno. El pelo me lo ato así, formando un rodete bastante desprolijo, y voy a clavar la flor sobre el nudo, sobre este puñado redondo de pelos, atrás, arriba de mi cabeza.

Horrible, me queda.

No se nota, pero yo sé que esa era tu casa del árbol. Con la ventanita del tamaño justo y con esa alfombra improvisada, una colchoneta inflable amarilla y azul. Estamos muertos de risa. Vos te agarrás del techito con una mano, y con la otra me rodeás el cuello. Mi pelo está desparramado sobre tus rodillas, sucio, porque no nos gustaba bañarnos. ¿Te acordás cómo nos reímos esa tarde mientras traficábamos unas fotos de tu prima entre los chicos de la cuadra? Fotos por discos y fotos por flores. ¿Te acordás cuántas flores metí en tu casa del árbol en un solo domingo? Yo conté treinta y siete.

Tu sonrisa estalla en la foto. La mía no se ve porque justo agaché la cabeza cuando se disparó el flash automático. ¡Me acuerdo porque no pude evitarlo! Otra tarde en la que me doblé de tanto reírme… Vos y tus extrañas formas de contar anécdotas. Vos y tus imitaciones. Siempre fui tu fan y esa tarde, llorando de risa sobre esa colchoneta mugrienta, me deshice justo cuando salió el flash.

Pero, de algún modo, se nota cuánto me estoy riendo. Estoy echada sobre tus piernas, desprolija. No se ve mi cara pero tengo una mano sobre tu pecho como diciéndote ¡basta, basta! Y tengo esa flor roja en la cabeza. La única que quedaba de ese domingo. Me la diste como premio por haberle robado la cámara a tu viejo. Tengo este recuerdo patente: le mordiste el tallito para darle el tamaño justo. Me sacudiste todo el pelo, tan bruto como eras, me corriste una parte detrás de la oreja, y me enganchaste esa flor.

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