Mi tío, el tachero

2 de la mañana.
-¿Me lleva al Mac? –Sí. (me bajo) –Espéreme, eh. –Sí, acá. (voy y vuelvo) –Está cerrado. ¿Nos metemos con el taxi? –¿Adónde? –Acá. (arranca sin saber) -Derecho, eso, eso, doble a la izquierda, frene. ¡Frene! (una voz nos dice ‘le tomaré el pedido pronto’. No vemos a nadie) –Pero acá no hay nadie, nena. –Pero espere y créame. (no pasa nada) –Bueno, a ver, metale un toque adelante. (avanza un metro. Aparece una piba vestida de MacPiba) –¡Vuelva! ¡Vuelva! (marcha atrás). –Hola (la MacPiba nos mira raro) ¿Qué llevás? –Una MacNifica y un DobleCuartodeLibra. Usted, señor, ¿quiere algo? (le digo yo, no la MacPiba) –Me acabo de comer un choripán en la estación de servicio. –¡¡¡Pero cómo no me dijo antes!!! ¿En cuál? –Queda lejos, nena. (la MacPiba nos apura. Nos apura a las 2 de la mañana) –Bueno, ¿no quiere nada, entonces? (mira el afiche con combos) –Y... esa con lechuga y tomate. –Listo, meté una MacFiesta. ¿Cuánto es? Amigo, yo se la invito (no sé por qué lo hice, pero por suerte: ) –¡La MacFiesta va gratis!, dice la MacPiba. Festejamos los 3. –Ahora doble a la izquierda, así, así. Siga. Frene. –Pero no te dieron la comida, nena. –Ahora va. La que tiene lija soy yo. ¡Ayúdeme y avance! (avanza mientras razona por qué demoramos tanto. Tiene cantito de entrerriano) –¿Es acá, nena? Si no te lo dan, me bajo y te lo busco yo. (–Tome su pedido, me dice un MacPibe.) –Qué genial. ¿No quiere ser mi tío o algo? –Por esta noche. De acá al destino final te llevo gratis (apagó el reloj).


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